MANTENER UNA VIDA SOCIAL ACTIVA

Mantener una vida social activa es uno de los aspectos más importantes para disfrutar de un envejecimiento activo. Las relaciones sociales y la participación social tienen una gran importancia a lo largo de nuestra vida y son capaces de transformarla de muchas maneras diferentes, lo que por supuesto también ocurre en esta etapa de la vida. Las relaciones sociales nos dan compañía física y emocional, nos proporcionan cuidado, ayuda económica y gracias a ellas intercambiamos información y conocimientos, afecto, recursos, etc.

Conforme vamos envejeciendo y sobre todo cuando dejamos de trabajar, se producen una serie de acontecimientos vitales que por un lado nos pueden dar más oportunidades para realizar actividades y por el otro aumentan las posibilidades de que suframos la soledad.

La soledad, cuando no es una elección de la persona, es uno de los temas más difíciles de afrontar para muchas personas mayores. Si hemos perdido a personas cercanas, no tenemos tanto contacto con los demás como antes o no nos sentimos útiles ayudando a otros, y podemos sentir vacío o tristeza.

Está en nuestra mano hacer todo lo posible por mantener una vida social activa que nos permita seguir en contacto con nuestra familia y amistades y hacer las actividades que más nos apetezcan. Solo manteniendo un buen estado de salud y de ánimo podremos mantener un estilo de vida activo que nos ayudará a envejecer saludablemente.

CONSECUENCIAS EN LA VIDA DIARIA

Aunque cada persona sea distinta de las demás, hay una serie de cambios vitales asociados al envejecimiento que generalmente afectan a nuestro estilo de vida y a la forma en cómo nos relacionamos con los demás.

Al dejar el puesto de trabajo, que hasta entonces seguramente había sido un punto importante de socialización, cambia nuestra rutina. A partir de ese momento no realizaremos las mismas actividades que antes fuera de casa, por lo que puede que tengamos menos oportunidades de conocer a gente nueva o de mantener una rutina para encontrarnos con nuestras amistades.

En cambio, mucha gente percibe esta etapa de la vida de forma opuesta, como una ocasión propicia para empezar a realizar actividades fuera de casa. Al contar con más tiempo y encontrarse más relajadas, muchas personas empiezan a pasear frecuentemente, acuden a centros para realizar actividades como cursos de informática o talleres de memoria, viajan, van al cine o al teatro…

Se producen cambios a nivel familiar. Es común que en estos años nazcan nuevos miembros en la familia, por lo que las relaciones intergeneracionales y familiares suelen cambiar. Se crea así un nuevo foco de emociones y relaciones. Cuidar de los nietos puede ocupar nuestra vida de una forma agradable, pero también puede quitarnos tiempo de otras actividades que nos gustaría hacer por nuestra cuenta. Por otro lado, cuando nuestros hijos e hijas noten que envejecemos, empezarán a preocuparse más por nuestra salud y bienestar, por lo que los roles familiares cambiarán también en este sentido.

El estado de salud juega un papel crucial en que podamos mantener una vida social activa. Si nuestro estado de salud empeora o padecemos dolores de forma frecuente, es probable que disminuyamos el tiempo que salimos a la calle a pasear o que no nos apetezca apuntarnos al gimnasio, por ejemplo. Por otro lado, también cambiarán nuestras posibilidades a la hora de dar apoyo o recibir apoyo.

Puede disminuir nuestra posibilidad de proporcionar apoyo a las personas que nos rodean. Por ejemplo, puede que no nos resulte fácil ir a buscar a nuestros nietos al colegio o que nos cueste más que antes invitar a la familia a comer y cocinar para mucha gente.

Puede aumentar nuestra necesidad de recibir apoyo. Si nuestra salud ha empeorado y hemos perdido movilidad, podemos necesitar ayuda de forma más frecuente que antes, por ejemplo para que nos acompañen a las visitas médicas o para limpiar las ventanas de casa.

Los cambios familiares, unidos a la viudedad, la muerte de familiares cercanos y amistades coetáneas, hacen más probable que nuestras redes sociales se puedan ver debilitadas, y no recibamos todo el cariño y apoyo que necesitamos de los demás. En esos casos es probable que suframos de soledad. También puede suceder que estemos rodeados de gente y hagamos algunas actividades pero que estas no nos complazcan. En ese caso puede pasar que tampoco nos sintamos suficientemente acompañados ni satisfechos. En cambio, participar de la vida familiar y del barrio, hacer actividades donde podemos hacer nuevas amistades y alimentar nuestras inquietudes, nos puede hacer sentir bien y llenos.

IMPACTO PREVENTIVO/CURATIVO DE LA ACTIVIDAD FÍSICA

La actividad física, como ya sabemos, es por sí sola una manera ideal de envejecer de

forma saludable; si no nos mantenemos ágiles y podemos realizar nuestro día a día de forma desenvuelta, se reducirán algunas de nuestras actividades. El ejercicio físico ofrece oportunidades de relacionarse con los demás, ya que facilitará que nos encontremos con personas afines y hagamos cosas con ellas.

Salir a pasear, por ejemplo, es una de las actividades que más beneficios nos aporta y que menos nos exige: salir a pasear al menos media hora todos los días hará que estemos más ágiles, que suframos menos dolores y que estemos de mejor humor. Si encontramos a personas a las que también les apetezca caminar, podemos quedar con ellas para realizar el paseo juntas, tomar un café, charlar, etc. ¡Juntos será más fácil y agradable salir a pasear!

Realizar actividad física en grupo o algún deporte grupal, sea de forma libre u organizada (en polideportivos, centros sociales para mayores, centros cívicos, etc.) nos aportará un beneficio extra que no podemos obtener cuando hacemos alguna actividad física de forma individual.

IMPACTO PREVENTIVO DE UNA BUENA NUTRICIÓN

Al igual que con el ejercicio físico, la nutrición nos permitirá tener un buen estado físico para poder tener un estilo de vida activo. Por eso es importante comer de forma equilibrada y saludable, ingiriendo todos los nutrientes que nuestro cuerpo necesita, según las recomendaciones de nuestro médico y las indicaciones de la pirámide alimenticia. Comer en familiar o con amigos, motiva a comer bien. En cambio, vivir solo y tener que cocinar solo para uno mismo, tiene el riesgo de empobrecer las comidas y hacerlas menos saludables.

CONSEJOS/BUENAS PRÁCTICAS EN ESOS 2 ÁMBITOS

Aunque no esté en nuestra mano controlar algunos de los cambios sufridos en esta etapa de la vida y que pueden condicionar nuestro estilo de vida, sí que podemos tomar algunas decisiones para adaptarnos a los cambios de la mejor manera posible.

Muchas veces podemos sentir pereza a la hora de salir a la calle o pensar en realizar alguna actividad, por eso es importante descubrir qué es lo que nos motiva y dónde y cómo podemos realizarlo. Hay un gran número de actividades que podemos hacer por nuestra cuenta o acudiendo a algunas instalaciones como los centros cívicos, los centros sociales de mayores, las bibliotecas o los polideportivos. Para eso tenemos que informarnos y ver cuáles podemos llevar a cabo, siempre teniendo en cuenta cuáles están dentro de nuestras posibilidades (por estado de salud, horario, etc.). No siempre tienen que ser actividades pensadas para gente mayor, también hay un gran número de cursos y clases pensadas para gente de todas las edades y que nos pueden interesar, como por ejemplo grupos de lectura, cursos de informática o intercambios de idiomas.

El voluntariado es una de las actividades que más beneficios nos pueden aportar a nosotros y a los demás a nivel social. Nos hará sentir bien con nosotros mismos, nos permitirá enseñar lo que sabemos a otras personas y, sobre todo, nos permitirá intercambiar experiencias y vivencias con otras personas, lo que fortalecerá nuestra red social.