En noviembre de 1906, un psiquiatra clínico y neuroanatomista, Alois Alzheimer, informó un peculiar proceso de enfermedad severa de la corteza cerebral, en la 37 Reunión de “South-West German Psychiatrists” en Tübingen. Describió a una mujer de 50 años de edad que atendió desde su admisión a causa de paranoia, sueño progresivo, perturbación de la memoria, agresión y confusión.
Alzheimer estudió a largo plazo a la paciente de nombre Auguste D., a quien había observado e investigado en el Hospital Psiquiátrico de la Comunidad de Frankfurt en noviembre de 1901, cuando era asistente principal. Alzheimer se había interesado en la sintomatología, la evolución y el curso de la enfermedad desde el momento de su ingreso, y documentó el desarrollo de su enfermedad inusual muy precisamente desde el principio.
Auguste permaneció internada, donde la sintomatología se deterioraba cada vez más hasta su muerte el 8 de abril de 1906. Después de la autopsia, Alzheimer fue capaz de investigar el cerebro de Auguste D. Su informe señaló placas distintivas y ovillos neurofibrilares en la histología cerebral.
Hoy en día sabemos que la enfermedad de Alzheimer es un trastorno progresivo del cerebro que daña y finalmente destruye las células del cerebro, lo que lleva a la pérdida de la memoria y cambios en el pensamiento y otras funciones cerebrales. Por lo general se desarrolla lentamente, y gradualmente empeora a medida que disminuye la función cerebral. Actualmente, no hay cura.
Según la Alzheimer Association, la enfermedad de Alzheimer es el tipo más común de demencia, un término general usado para describir varias enfermedades y condiciones que dañan las células cerebrales. La enfermedad de Alzheimer representa del 60 al 80 por ciento de los casos de demencia.
La Fundación Siel Bleu consciente de la problemática, ha colaborado con el Centro de Referencia Estatal de Alzheimer de Salamanca desde principios del año 2017. El objetivo ha sido mejorar y mantener la autonomía personal y proporcionar un bienestar físico y psicológico a través de la Actividad Física Adaptada.
Con la actividad logran mejorarse los niveles de ansiedad, irritabilidad, insomnio y la posibilidad de seguir teniendo consciencia del cuerpo y de sus distintas partes. Esto también repercute en mejorar tanto la calidad de vida del paciente como la de sus familiares y cuidadores.
A través del movimiento conseguimos mantener las conexiones nerviosas para retardar los efectos del Alzheimer. Estimulamos su capacidad física y cognitiva, conseguimos que no se deterioren rápidamente y que puedan mantener su autonomía el mayor tiempo posible.